El visible deterioro de infraestructura y espacios públicos refleja años de abandono y una gestión que ha fallado en su compromiso.
Por Gonzalo Sualina
Periodista
Una administración de diez años sin mejoras visibles ha dejado a Salto en un estado deplorable. Los ciudadanos cuestionan las promesas incumplidas y la falta de respuestas
Después de diez años de una gestión que se autodenomina “progresista”, el departamento de Salto parece más un testamento de desidia y abandono que un lugar en desarrollo. Las calles rotas, los caminos rurales intransitables y los espacios públicos que alguna vez fueron de todos hoy lucen desolados, sumidos en el olvido. Para muchos salteños, la pregunta que resuena a diario es tan dura como inevitable: ¿dónde ha ido a parar el dinero de nuestros impuestos?
Esas promesas de desarrollo, las mismas que sonaban tan convincentes en cada campaña, se han transformado en un catálogo de palabras vacías. Hoy, recorrer Salto es enfrentar una verdad incómoda y persistente: calles donde hasta caminar es un desafío, un zoológico que recuerda más a un proyecto muerto que a un lugar de vida, y espacios públicos que gritan abandono. ¿Es este el "progreso" que tanto se prometió? La realidad es que Salto muestra el rostro de la desidia.
El deterioro no ha dejado nada fuera de su alcance, ni siquiera las joyas turísticas de Salto, como las termas de Daymán y Arapey. Estos lugares, que alguna vez fueron emblemas del departamento y atrajeron visitantes de todo el país, hoy presentan instalaciones en ruinas, servicios mínimos y una imagen que repele a cualquiera que se acerque. Lo que alguna vez fue motivo de orgullo ahora es una advertencia para los turistas. ¿Cómo puede una administración que se jacta de su compromiso permitir que estos motores económicos, tan importantes para el empleo, se caigan a pedazos?
La modernización del aeropuerto: un ejemplo perfecto de promesas vacías
Si hablamos de promesas vacías, el fracaso de la modernización del aeropuerto es el ejemplo perfecto. El ex presidente de la Comisión Técnica Mixta (CTM), el Dr. Carlos Albisu, junto al gobierno nacional, gestionaron este proyecto para devolverle a Salto su potencial de crecimiento. Sin embargo, ¿cuál ha sido la respuesta de la administración local? Promesas de bituminización y de iluminación de la avenida Solari, con la idea de que sería “el comienzo de un nuevo Salto”. Hoy, esa avenida no es más que una boca de lobo. No solo exponen a los pasajeros del aeropuerto a la inseguridad de un trayecto oscuro y peligroso, sino que también afecta a empresas que operan en la zona, empresas que pagan sus impuestos y que tienen derecho a una ruta digna y segura. ¿Por qué el intendente permite que algo tan básico como la seguridad de los salteños y de los visitantes quede en el olvido?
Los vecinos de Arenitas Blancas: un reclamo que cala hondo
El hartazgo ciudadano se ha vuelto visible en los reclamos de los vecinos de Arenitas Blancas, quienes recientemente se manifestaron denunciando el aumento de los tributos en contraste con la ausencia de servicios básicos. Esta comunidad, como tantas otras en Salto, se encuentra pagando más, pero recibiendo menos, soportando condiciones que evidencian un desprecio hacia quienes cumplen sus obligaciones. ¿Qué sentido tiene aumentar las contribuciones si los servicios públicos siguen siendo fantasmas en la realidad cotidiana de estos vecinos?
Arreglos en las calles: un intento de cubrir años de abandono en plena campaña electoral
En algunas zonas de Salto, finalmente se pueden ver algunos arreglos en las calles, pero resulta difícil ignorar el contexto en el que llegan estos cambios. Después de diez años de abandono y falta de mantenimiento, estos arreglos recientes parecen más un intento de tapar el ojo público en plena campaña electoral que una verdadera intención de mejora sostenida. Los salteños observan con escepticismo cómo, de repente, cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina, aparecen cuadrillas de trabajadores reparando lo que ha estado destruido por años. Para muchos, este esfuerzo tardío es solo una estrategia para quedar bien parados y maquillar una gestión que ha estado marcada por la inacción y la falta de compromiso real con el mantenimiento de la ciudad.
La economía local, víctima del abandono
El panorama económico de Salto no es mejor. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de desempleo alcanza el 8,3%, con una tasa de actividad del 64,5% y una tasa de empleo del 59,1%. Pero estos números solo rasgan la superficie. ¿Cómo puede una economía crecer cuando la infraestructura está destruida, los centros turísticos están en ruinas y las promesas de progreso son solo palabras? Los salteños ven cómo su dinero se diluye, desapareciendo sin que su calidad de vida mejore, y el sentimiento de frustración crece.
Para muchos, la situación es un ciclo vicioso: las calles se desmoronan, los espacios públicos se deterioran, y el presupuesto parece desviarse hacia otros destinos. Un gran porcentaje de los fondos termina en salarios para amigos políticos, mientras la ciudad se hunde en la indiferencia. ¿Es justo que el dinero de los salteños se gaste en mantener a una élite, mientras la comunidad sufre las consecuencias de una administración que parece mirar hacia otro lado?
El precio del poder y la dependencia de los votos.
Lo más triste es que, pese a esta situación, el Frente Amplio sigue ganando elecciones en Salto. ¿Cómo es posible? Se comenta que muchos de sus seguidores temen perder beneficios y propiedades si no muestran apoyo. Este “compromiso” se ha convertido en una relación tóxica, en la que la desesperanza de los más necesitados se convierte en votos fáciles. Son esos sectores más vulnerables los que siguen creyendo en promesas vacías y, en última instancia, sufren las mayores consecuencias de un sistema que los usa y luego los abandonan.
Un llamado urgente a la responsabilidad y la acción
Los salteños no están pidiendo imposibles. Solo quieren una administración que cumpla con lo básico, que rinda cuentas y respete el esfuerzo de quienes, día a día, sostienen esta ciudad con su trabajo y sus aportes. Es hora de que las autoridades respondan con honestidad a una pregunta que no puede esperar más: ¿dónde está el dinero de los salteños?
Salto necesita líderes comprometidos con la gente, dispuestos a reconstruir la confianza perdida ya poner fin a años de abandono y desidia. La ciudad no puede seguir siendo la sombra de lo que alguna vez fue. La comunidad exige y merece una gestión que deje de lado los intereses políticos y ponga como prioridad el bienestar de todos los salteños.
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