La memoria de las víctimas de la dictadura sigue viva, evocando la búsqueda de justicia y verdad.
Militante del Partido Comunista y activo en gremios, Luis Eduardo Arigón Castel fue secuestrado en 1977 en el marco de la dictadura uruguaya.
El pasado 30 de julio, los restos de Luis Eduardo Arigón Castel fueron hallados en el Batallón 14, confirmando un capítulo más de la dolorosa historia que atraviesa a Uruguay desde la dictadura. El fiscal especializado en Delitos de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, fue quien dio la noticia, cerrando un ciclo de búsqueda que abarcó casi medio siglo.
Luis Eduardo, un hombre de 51 años al momento de su desaparición el 14 de junio de 1977, fue secuestrado en su propia casa, frente a su familia. Según testimonios, un grupo de soldados y represores se identificó como parte de las Fuerzas Conjuntas. Lo sacaron de su hogar en La Blanqueada, Montevideo, sin miramientos, dejando tras de sí a una familia rota y a una esposa e hijas testigos de un secuestro que marcaría sus vidas para siempre.
Una operación en la penumbra
El operativo que llevó a Luis Eduardo fue descripto por quienes estaban allí esa fatídica noche. Un hombre de estatura media, de cabellos rubios y con patillas, lideraba la operación, acompañado por cuatro soldados vestidos de verde, todos armados. La familia Arigón, compuesta por tres hermanos que vivían en el mismo edificio de tres plantas, fue obligada a entregar sus documentos mientras registraban cada rincón. Fue entonces cuando Luis Eduardo fue sacado de su casa, sin ninguna explicación más que la violencia implícita en aquel secuestro.
La búsqueda de su familia por información sobre su paradero no tuvo éxito. Las autoridades de la dictadura negaron su detención y, como ocurrió con tantos otros, lo desaparecieron. La desesperanza se instaló, pero la resistencia a olvidar fue mayor.
Militancia y represión
Arigón Castel no era un desconocido para las autoridades. Su militancia lo había convertido en un blanco. Trabajó en gremios y fue activo en la política. Formó parte de la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio e Industria, y trabajó como traductor en Book Service, pero su compromiso iba más allá de lo laboral. Dentro del ámbito político, militaba en el Partido Comunista del Uruguay y el Frente Amplio, donde también ejercía como secretario político. Esta actividad no pasó desapercibida para las fuerzas represoras del régimen cívico-militar, que lo arrestaron por primera vez el 1° de mayo de 1977.
Luis Eduardo fue liberado el 4 de mayo, tras ser interrogado por sus presuntos vínculos con Omar Tassino, otro militante comunista desaparecido. Sin embargo, la libertad fue efímera. Un mes después, su vida dio un giro definitivo, sumergiéndose en las sombras de la desaparición forzada, un destino compartido por tantos militantes en aquellos años oscuros.
La Tablada: el infierno en la tierra
Testigos aseguraron haber visto a Arigón Castel sometido a torturas en La Tablada, un centro clandestino de detención que operó entre 1977 y 1983. Allí, la brutalidad fue el lenguaje común, y miles de uruguayos sufrieron en carne propia las consecuencias de un régimen que no dudaba en eliminar a quienes se oponían a su mandato.
Un hallazgo con cicatrices abiertas
El descubrimiento de los restos de Arigón Castel es solo el más reciente en una serie de exhumaciones que han marcado el país en su búsqueda de justicia. En junio de 2023, se identificaron los restos de Amelia Sanjurjo, otra militante comunista desaparecida en 1977, en un área cercana al Batallón 14. De hecho, los restos de Arigón Castel se encontraron a poca distancia de donde también se hallaron los cuerpos de Julio Castro y Ricardo Blanco Valiente, en excavaciones anteriores.
Las excavaciones continúan, con la esperanza de que cada nuevo hallazgo traiga algo de paz a las familias que, durante décadas, han cargado con la incertidumbre. Sin embargo, cada hueso desenterrado es también un recordatorio del costo de la represión, del dolor colectivo que Uruguay aún procesa.
El país sigue enfrentándose a su historia, tratando de cerrar heridas que nunca sanarán por completo. Los restos de Luis Eduardo Arigón Castel, hoy identificados, son una señal de que la verdad no puede ser enterrada para siempre. Y aunque la justicia avanza lentamente, cada paso es un avance hacia la memoria y la dignidad de aquellos que fueron silenciados.
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