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La Lic. Eugenia Taruselli participó junto al presidente en la inauguración del nuevo hospital en el Cerro, una imagen que despierta el debate sobre las verdaderas intenciones detrás de la gestión pública. |

La reciente inauguración del hospital en el Cerro de Montevideo ha sido recibida con una mezcla de alivio y escepticismo. Por un lado, representa un avance significativo para la atención sanitaria local, un clamor histórico de los residentes que, tras años de demandas, ven materializarse un centro de salud capaz de cubrir sus necesidades sin la penuria de largos desplazamientos. Sin embargo, este hito no se percibe exento de una sombra de oportunismo político, especialmente en torno a la figura de la Lic. Eugenia Taruselli, cuya presencia en el evento ha suscitado más preguntas que certezas.
La fotografía de Taruselli junto al presidente no ha pasado inadvertida. Lejos de proyectar la solemnidad institucional que cabría esperar en tales circunstancias, la imagen destila un aire de camaradería que algunos interpretan como una estrategia calculada para cimentar su imagen en el ámbito político. Este gesto visual, que para muchos bordea lo familiar, ha encendido el debate sobre si estamos ante un acto de legítima celebración comunitaria o frente a una maniobra de posicionamiento político.
Es innegable que la descentralización de servicios y la inversión en infraestructuras sanitarias son pasos loables y necesarios. No obstante, el contexto en el que se produce esta inauguración no puede ser ignorado. Mientras el Cerro celebra, otras regiones como Salto enfrentan una crisis sanitaria de magnitudes alarmantes. La salud pública, un derecho fundamental, parece estar en una balanza donde el peso de la política amenaza con inclinar la justicia hacia el lado de la conveniencia electoral y el beneficio de imagen.
La Lic. Taruselli, en su rol de coordinadora subregional de la Región Norte de ASSE, debería ser la abanderada de la equidad en la salud pública, garantizando que la calidad asistencial no sea un privilegio de unos pocos. Sin embargo, su figura se ve ahora envuelta en la polémica, con críticas que apuntan a un uso de la gestión pública como trampolín para aspiraciones políticas más elevadas.
Este hospital, aunque un logro en sí mismo, no debe desviar la atención de las deficiencias que aún asolan el sistema de salud. La verdadera medida de un gobierno comprometido no reside en las inauguraciones y las cintas cortadas, sino en la capacidad de ofrecer soluciones sostenibles y equitativas para todos sus ciudadanos, independientemente de su ubicación geográfica o su valor electoral.
En conclusión, la inauguración del hospital en el Cerro plantea interrogantes críticos sobre la autenticidad del compromiso social de nuestros líderes. ¿Estamos ante un verdadero avance para la comunidad o frente a un escenario cuidadosamente orquestado para el beneficio político de unos pocos? La salud de la población no debe ser moneda de cambio en el mercado de las ambiciones políticas.
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